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CARTA A LOS PERIODISTAS QUE ESTÁN POR VENIR

CARTA A LOS PERIODISTAS QUE ESTÁN POR VENIR

Por Lilibeth Alfonso

En septiembre, quizás un poco después, entrará a las redacciones una nueva generación de periodistas. No son nuestros hijos, pero los hemos visto nacer, gatear, querer caminar con pies propios, caerse, levantarse, caerse otra vez, e insistir como si nunca hubieran probado a qué sabe el piso en el equilibro milagroso de la postura erguida.

Entran, justo ahora, en medio de un escenario complejo. Es fácil desilusionarse, les advierto: tenemos, me atrevo a asegurar, el peor salario de todas las profesiones de las muchas que perviven en Cuba, y tantas trabas, sermones, insistencias, incoherencias y temores de otros arriba que, por momentos, será difícil respirar.

Lo primero que les espera es la comprobación práctica y dolorosa de que no saben nada. Me pasó, les pasó a los que vinieron después y seguramente les pasará a ustedes. No hay mejor escuela de periodismo que el ejercicio del periodismo, donde la técnica vale tanto como el olfato, y ese no se aprende en ninguna parte.

Es posible que los “cerebritos” de la Universidad se queden por detrás de los que, en la Alta Casa de Estudios, hacían fiestas con un cuatro. En el periodismo, muchachos, ser aplicado no es suficiente.

Perdidos en un campo de lechuga, fajados con la página en blanco, preguntándole a todos los santos -preguntar a los que antes eran tutores y ahora son colegas a veces puede sonar embarazoso- cómo entrarle a un comentario o qué es más importante en un acto si el acto en sí o un dato que nos sonó lindo…, no pasará mucho antes de que se cuestionen, casi siempre en silencio, qué diablos hacen ahí, justo ahí.

Es inevitable sentir, en ese momento, que uno no nació para periodista, que se dejó llevar por el swing de salir en la televisión o por la magia del nombre impreso: algunos tendrán la razón. El resto, tranquilos, todos pasamos por esa calle.

Luego, ojalá que no muy tarde -a quien nunca le han dicho un no, que se revise- alguien le pondrá un pero. Alguien de los tuyos o alguien de afuera. Los primeros siempre duelen más, y te harán cuestionarte una vez más tu pertenencia a ese sitio, ya sea prensa escrita, digital, televisiva o radiofónica.

Como periodista, aprenderás que las cosas no son tan simples como las veíamos en la Universidad, ni el prisma del blanco y el negro los únicos posibles, y seguramente te cuestionarás muchas cosas, si no caes rápido en el hecho de que toda prensa es partidista y la nuestra es una prensa como cualquier otra.

Ojalá te encuentres un entorno amable, pero prepárate si no lo es. Ser joven puede ser visto como una ventaja pero en muchos entornos vas a sentir como si tus pocos años fueran una desventaja, un pero para justificar mil cosas.

Se equivocarán. Escribirán mal un nombre, trocarán un jefe por otro y si se ponen de malas se les puede ir hasta una falta de ortografía. Sí, es como si la tierra te tragara lentamente, sin la piedad de hacerlo de un solo bocado, pero nada se abrirá excepto vergüenza y mentes.

La buena noticia es que, en estos primeros meses, si ya nació, germinará en ustedes un amor inconmesurable hacia el periodismo, y un compromiso a prueba de puntos de ebullición y malos ratos.

La buena noticia es que nada es más sexy que una noticia a la que no le falta nada o un reportaje con todos los hierros, y nada más gratificante que sentir que tu trabajo puede ayudar a mover las cosas, que importa, que te conviertes de pronto en esperanza, en oído, en un mediador que puede hacer mucho por la legitimidad de la Revolución, a través de la prensa oportuna.

Otra buena nueva es que nadie nace sabiendo, y que muchos perdidos hoy serán los mejores encontrados mañana si leen a los mejores, si buscan, si se mueven, si creen, si sueñan, si insisten, y que solo se equivoca quien hace.

La última buena noticia es que, luego de todo, de todo el desconcierto, de los vientos huracanados, del llanto, de la frustración que siempre amenaza, si amas de verdad la carrera que escogiste, te darás cuenta de que ser periodista, parafraseando a muchos otros, es el mejor oficio del mundo.

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